REUNIONES
DE OBISPOS QUE NO SIRVEN PARA NADA
Sigo profundizando en aquellas palabras que me dijo
aquel Obispo; “las reuniones que hacemos los obispos… no sirven para nada.”
Y entonces, me pregunto yo, ¿Por qué los Obispos continúan empleando su tiempo en esas “reuninitis” en las que
sólo se pierde la energía? ¿Les obliga la burocracia eclesial? ¿Les obligan las
personas que los rodean? ¿En qué parte de los evangelios o de los cánones de la
Iglesia se dice que la vida de la Iglesia, el crecimiento de la comunidad, y
personal se consigue haciendo reuniones y más reuniones? Sí que me consta que
vivir la misa en comunidad, rezar en comunidad, Adorar al Santísimo en
comunidad, realizar labores pastorales en comunidad… no sólo sirven. Sino que
son esencia del cristianismo. Claro está que cuando hablamos aquí de
“reuniones” nos referimos a otro tipo de reuniones, que sólo hacen perder de
vista lo esencial.
Hace muchos años, en mi parroquia, teníamos los
catequistas unas reuniones para profundizar sobre el sentido Eucarístico, la
presencia de Dios en la eucaristía, y la importancia de la misa. Consistían en
leer un libro, con preguntas, reflexiones, citas, etc que nos había pasado la diócesis
como propuesta. Esas reuniones duraban casi más de una hora. Y eran semanales.
Un buen día… después de mucho reflexionar, les
propuse al grupo;
-Bueno, ¿y si tan importante decimos que es la
Misa, por qué no, en lugar de hablar sobre ella, utilizáramos este tiempo para
ir a misa juntos una vez por semana entre diario? Aun nos sobraría media hora,
para compartir después.
Buenooooo la que se armoooo!!! Los hubo que hasta
se pusieron de pie enfadados, porque ¿quién era yo para imponerles más obligaciones?.
Otros le hicieron eco diciendo que no tenían tiempo para eso. Y aquellos otros
apoyaron lo de los primeros y segundos. Aquella reacción tan exagerada, me dejó
con la boca abierta. Aún así, pacientemente, volví a explicarme:
-No se trata de imponer cosas, ni de aumentar
reuniones. Se trata más bien de utilizar parte del tiempo de esta misma reunión,
para ir a misa juntos. Precisamente, porque tantas reuniones nos cogen tiempo
que nos quita de lo importante.
El murmullo anti-misa volvió a llenar la sala. Esta
vez, fue el párroco quien defendió que no era buena idea, y que esta reunión
era para profundizar en el sentido de la misa.
Esta vez, fui yo, quien muy digna (por aquél
entonces yo era así de contestona), me levanté, miré a todos, y dirigiéndome al
párroco le dije:
-Bueno, pues para mí estas reuniones ya han
cumplido su objetivo. Me he dado cuenta que ir entre semana a misa alguna vez,
es más importante que hablar de la importancia de ir a misa alguna vez además
del domingo. Asique… señores… me despido de este grupo que lo único que hace es
quitarme tiempo para lo importante. A partir de ahora, yo iré a misa los lunes,
mientras vosotros seguís perdiendo el tiempo en hablar de cosas que no vais a
vivir nunca. Adiós.
Y me fui. El párroco, me echó una bronca tajante al
día siguiente por haber hablado así. Pero no sirvió de nada. No volví a aquellas reuniones.
Me junté con cuatro o cinco jóvenes más, que también estaban sedientos de algo
más, y fundamos un grupo de lectio divina. Primero íbamos juntos a misa,
después leíamos la palabra y rezábamos en voz alta. Aquello sí que nos enriqueció. Un
año después, vino un cura nuevo a la parroquia que nos estropeó el grupo.
Nosotros queríamos más, queríamos ser de misa diaria, rosario diario, tener
compromisos… pero el, entró a dirigir el grupo y rebajó los compromisos al raso
(para que así vinieran más jóvenes). Sin dejarnos a nosotros crecer. Tanto fue,
que al final nos vimos obligados a reunirnos a parte, en nuestras casas, a
escondidas por un tiempo. Fueron tiempos difíciles, porque los que queríamos
más… fuimos incomprendidos y anulados. Al margen de la vida de parroquia,
seguimos alimentando nuestra Fe, con la esperanza de regresar algún día, como
finalmente fue. Conseguimos durante un tiempo poder rezar delante del Santísimo
y abríamos la puerta a todo aquel que quisiera compartir con nosotros de aquel
modo. Pero nuevamente, el mismo cura, volvió a dirigir aquello que estábamos
haciendo, rebajando el nivel (ya no podíamos rezar en voz alta por si eso incomodaba a otros, y los temas los
escogía el…) En fin. Presionados por la situación, buscamos nuevamente nuevos
horizontes en movimientos dentro de la Iglesia, con más carácter y vida
interior. Dando poco a poco de lado, todas aquellas actividades vacías y banales
que continuaban realizándose en la parroquia en las que sólo se hablaba y
hablaba.
Pues lo dicho, mi lema sería; “Menos reuniones y
más acción.” No sólo para los obispos, sino para todo el pueblo cristiano.
Que pena que no haya un alto más alto que el obispo para nombrar exorcista
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